Dienstag, 14. April 2015

Natalia Lévano Casas: Anécdotas en el tren

Cuando subí hoy en el tren rumbo a Mannheim venía ya sentado un modelo, un bailarín, un bello hombre, tieso como una estatua, mirando hacia el infinito porque seguramente todas y todos lo miran infinitamente. Comencé a marcar el número de un viejo amigo, contestó, hablamos, hablamos, hablamos, de repente en el teléfono se puso el alta voz, yo, suplicaba a mi amigo de no hablar en voz alta porque la tecla de silencio no funcionaba y que todo el tren lo estaba escuchando, yo dale y dale a esa bendita tecla, pero nada, nada, nada. La tiesa estatua, la bella estatua liberó una de las sonrisas más bellas que he visto en estos días. Después, mi amigo en el teléfono, al darse cuenta que estábamos llegando a Mannheim dio unas palabras de bienvenida en alemán a los pasajeros, una muchacha que estaba cerca de mí con su bicicleta, comenzó a reír muy alto, otros también rieron. Mi bajada en Mannheim fue como una reverencia después de una puesta de teatro. 

Mannheim, 12 de abril de 2015

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